“CICERON: EL ABOGADO”

LECCIONES CONSTITUCIONALES

Por MARCO ANTONIO BAÑOS AVENDAÑO

“CICERON: EL ABOGADO”

Uno de los más grandes tribunos de la historia del hombre ha sido sin duda Marco Tulio Cicerón han pasado dos mil cincuenta y tres años aproximadamente de su muerte, por orden de Marco Antonio, en su villa de Formianum, cerca de Astura, amigo de Julio César quienes dominaron con su palabra el Foro de Roma.

La oralidad para quienes se consideran Jurisconsultos o como Abogados, deben saber que la Abogacía una ardua misión, que requiere esencialmente, una lucha apasionada por la Justicia. No es posible hablar del Abogado sin hablar del hombre, de la persona, de sus vicios y virtudes. A Cicerón la naturaleza le había dotado pródigamente para el oficio de orador. Voz expresiva, ademán adecuado a la pasión del momento, su fisonomía vivaz y dicción enardecedora, elocuente, convincente.

Dotado de brillante memoria, el don de la improvisación y pronto genio. En las discusiones judiciales ordinarias, que se improvisaban era maestro consumado del lenguaje, del ademán y del manejo de la voz. Cicerón era un genio artístico de primer orden, dominaba soberanamente todos los recursos retóricos y estilísticos del lenguaje, empleaba datos a su máxima eficacia para la expresión de todos los sentimientos, movía los estados de ánimo que pueden apoderarse del un auditorio judicial, el orador y el jurado.

La elevada exigencia que impuso a su oratoria jurídica, a su lenguaje normativo, a sus brillantes exposiciones y  su fecundísima sabiduría judicial, hacen de Cicerón el prototipo de Abogado ideal para nuestra historia contemporánea en la Oralidad de los Juicios.  Cicerón nos dio a conocer que «hay dos actividades capaces de llevar a los hombres a los más altos puestos de los honores: una, la del caudillo militar; otra, la del buen orador” . EI lo intentó por los dos caminos aunque dio clara preferencia al segundo, por el que llegó antes y más brillantemente, pues aunque fue proclamado «imperator» por sus legionarios en Cilicia, después de su Consulado, no llegó a obtener el «triunfo» que solicitó del Senado y en cambio obtuvo éxitos indiscutibles, con resonancia de milenios enteros, a través de su oratoria prodigiosa

Tuvo a los mejores Maestros, eminentes juristas del mundo romano: Q. Mucius Scaevola,  cuando Cicerón joven se puso bajo su dirección, Scaevola ya había pasado por los más altos cargos de la República y tenía reputación de ser el más sabio en las cuestiones del Estado y del Foro; con estos auxilios hizo Cicerón grandes progresos en la Jurisprudencia romana, que era el fundamento más necesario para los que se destinaban al servicio de la Patria».  Cicerón era un patriota, siempre citó a Roma como República, las arengas en los estrados de los Tribunales dictados por los Magistrados, Cicerón los escribía, leía asiduamente, el leer y el escribir todos los días alguna cosa en su estudio y hacer observaciones, notas u comentarios sobre todo cuanto oía y leía, hacía de Cicerón un docto en cuestiones jurídicas.

Grecia era, en tiempos de la juventud del Arpinate (nacido en Arpinum), Cicerón,  el gran  lector de la cultura, aprendió la lengua y la literatura helénicas con Arquias, el Poeta que andando el tiempo habría tan brillantemente de defender, a la vez que aprendía la Gramática y la Lógica con L. Elio Estilón, la Filosofía con Fedro, el epicúreo y la elocución o hablar en público con el famoso Milón de Rodas.

Cicerón buscó siempre mayores perfeccionamientos en un largo víaje de dos años por el mundo heléníco, donde tomó contacto con otros famosos maestros: Menipo, de Strátonica; Dionisio; Esquilo, de Gnido y de nuevo Zolón, de Rodas. Cicerón tuvo una  profunda formación humanística, que tan exacta formulación produjo en la defensa de Arquias y la admiración por los grandes griegos. Generó humanismo en la abogacía, en el derecho público siempre se orillaba al concepto de Justicia, tuvo un gran amigo llamado Atico, en Roma, siempre sentado en un banquito pequeño, bajo la imagen de Aristóteles.

  1. Hortencio era el entonces príncipe del Foro romano, abogado y orador de los mejores de su tiempo, vencido por Cicerón en la defensa de Roscio Ameriun. Este triunfo tuvo una resonancia aún mayor por el ambiente político de la causa. EI adversario, acusador de Roscio, era protegido y cliente de Sila, el entonces todo poderoso Dictador de Roma. Pero esto no fue obstáculo para que el defensor Cicerón, mantuviese una gallarda actitud, desafiando todos los posibles peligros y dando desde el principio de su carrera un bello ejemplo del valor cívico que debe adornar a todo verdadero Abogado. Sin embargo, el peligro debió ser real, pues inmediatamente emprendió el viaje a Grecia, a que hemos dejado hecha referencia.

Naturalmente, el ejercicio profesional de Cicerón como Abogado hubo de sufrir interrupciones por otras causas: su «cursus honorum», sus campañas mjlitares y sus destierros. Porque Cicerón fue un político activo, un militar ocasional, como no había más remedio que serlo en aquella Roma que confería comisiones militares y gobiernos en el Extranjero a los Magistrados que cesaban en sus funciones romanas, y un perseguido político, primero de Clodio, su mortal enemigo, y por fin de Marco Antonio, quien ordenó su muerte.

Hay que separar desde ahora los discursos propiamente forenses de Cicerón de sus discursos políticos, aunque en ocasiones éstos tuvieran también un fondo jurídico. A los primeros, aunque el motivo inicial fuera una gestión administrativa de Verres, en Sicilia, pertenece la acusación contra Verres; a los segundos, aunque aparentemente tengan como motivo una conjuración contra los poderes legítimos de la República, corresponden ]as famosas «Catilinarias’, dirigidas contra el corrompido y corruptor conjurado.  Las «Filípicas», Ias terribles acusaciones contra Marco Antonio, que pronuncia en el Senado (excepto la segunda), entre septiembre del 44 y abril del 43 antes de Nuestro  Señor Jesucristo, son radicalmente discursos políticos de oposición.

Entre los discursos forenses de Cicerón, que sin duda no fueron pronunciados exactamente como han llegado hasta nosotros, debemos distinguir dos clases: Los referidos  a pleitos civiles y los que tienen por motivo alguna causa criminal. Pero en ambos géneros alcanzó Cicerón suma y pareja perfección, generó un estilo judicial, humanista, un estilo de Orador Forense, por lo que hoy, ante los llamados “Juicios Orales”, hace falta que los Maestros, los Abogados y quienes Administran o Procuran Justicia, deban aprender los secretos de la argumentación, las técnicas de la Oratoria, para aplicar el derecho en la perfección del Orador que resuelve con elegancia en el lenguaje, con inteligencia en la estructura discursiva, con técnicas de persuasión, de saber deleitar con el derecho, de poder conmover a un auditorio de jueces, de saber enseñar y convencer con verdades, con razones, por lo que todo Abogado, debe necesariamente saber hablar para invocar la Justicia.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *