«Homo Jurídicus» o El Cultor del Derecho
LECCIONES CONSTITUCIONALES
“HOMO JURÍDICUS” O EL CULTOR DEL DERECHO
POR MARCO ANTONIO BAÑOS AVENDAÑO
El Dr. Ignacio Burgoa Orihuela, nacido el 13 de marzo de 1918, y fallecido un 6 de noviembre de 2005. Abogado, Estudioso del Derecho Constitucional, Amparo, de la Jurisprudencia, ilustre jurista y conocedor del derecho, consideró que la cultura del Derecho abarca el ámbito más extenso en el amplio campo de las humanidades.
Expresó siempre que “Ninguna otra disciplina del saber tiene mayor latitud. Su estudio es tan dilatado que no exageramos al sostener que no alcanza toda una vida para comprenderla en su integridad. Por ello, el cultor del Derecho, el «homo jurídico» como tipo paradigmático envuelve al hombre más sabio”
En mayo 1974 obtuvo en la UNAM el grado de Doctor en Derecho «Magna cum laude» (con gran honor) y mención honorífica, habiendo recibido por los estudios respectivos la medalla «Gabino Barreda» por la misma Institución.
De 1940 a 1944 se desempeñó como profesor de Civismo e Historia de México en el tercer año de secundaria en el Instituto Franco Inglés para Señoritas. De 1946 a 1955 fue profesor de Derecho Constitucional en la Escuela Libre de Derecho.
Escribió reconocidos libros de Derecho Constitucional desde 1943. Publicó su primera obra «El juicio de amparo» cuando tenía 25 años, que fue el primer tratado sistemático de la materia y que se convirtió en el libro más leído y más citado por los especialistas de la materia en México.
En 1944 publicó su segunda obra «Las Garantías Individuales, y en 1973 publicó «Derecho Constitucional Mexicano». Estos tres libros que han tenido decenas de ediciones, cubren todos los temas constitucionales en México, y son consultados y citados por todos los profesores, litigantes y jueces en México, en donde su autor ha sido el más reconocido abogado por décadas. Escribió permanentemente en diversas revistas jurídicas y de política, lo mismo que en periódicos, refiriéndose a los asuntos públicos.
Desde el 1o. de junio de 1947 dictó las cátedras de Garantías y de Amparo en la Facultad de Derecho de la UNAM donde impartiría clases durante 58 años. El 8 de abril de 1987, el Honorable Consejo Universitario lo nombró profesor emérito de la Facultad de Derecho de la UNAM.
Cultivar el derecho, ser artífice de obras, ya que escribir sin descanso es una disciplina y forma de vida que enseña el maestro, el jurista es un garante de la sociedad en cuanto que debe procurar que en ella imperen la justicia y la seguridad.
Darles seguridad a las personas es una virtud, enseñar a generaciones mediante obras escritas es una gran virtud, pero trascender en el tiempo y perdurar en el recuerdo de abogados es una bendición en memoria del maestro.
En tal virtud, hemos constituido un Colegio de Amparo, después de tantos años de espera, nada mejor que una fecha histórica para ello, en el protocolo del Notario Número 65, Fortino Blas Figueroa Montes, consta en la escritura pública No. 642, en la que consta el acta constitutiva del Colegio de Amparo Dr. Ignacio Burgoa Orihuela A.C., constituida por miembros muy distinguidos de la postulancia, la academia o de la judicatura. Lo que representa un gran orgullo y una tarea muy noble por alcanzar lo que se exige en esos estatutos que nos rigen a los miembros del Colegio de amparo.
La lucha por la justicia entraña una lucha permanente con el derecho de aliado, el sentido crítico, analítico, moral y un deseo inefable, indescriptible por esa lucha por la justicia, debe alentar al abogado a ser justo, para poder seguir adelante en la abogacía.
El derecho se cultiva en el peligro, la veracidad, el sentido de justicia social que se debe poseer es para defenderá quienes socialmente no pueden hacerlo, es pues, quien posee el interés de aprenderlo todo, desde el concepto más simple, hasta la Ciencia pericial o jurídica más compleja.
La vocación a la cultura inclina al estudio y la preparación constante, el ritual de amar a la profesión es cotidiano ya que el derecho es transformable, cambia constantemente, la “ignorancia iuris”, o ignorancia del derecho deviene de la falta de vocación, resolver problemas jurídicos debe ser una premisa para el abogado, darle soluciones y cauces nuevos, soluciones bondadosas que beneficien al más desvalido.
Quien se esfuerce en el derecho, quien pretenda cambiar el estado de cosas imperantes en un sistema lejano a la justicia, quien defiende la dignidad de su persona y sus clientes, quien puede trascender en la historia, en la justicia, en las letras, puede llegar a ser un “Homo Jurídicus”, un cultor del derecho.
Por tanto, cuando al punto de quiebre de las flaquezas de un ser humano, se piensa en la grandeza como lo hizo el Insigne Maestro y Dr. Ignacio Burgoa Orihuela; señaló: «ya presiento la muerte, lo que más me duele es dejar la universidad».
Palabras más, palabras menos, un Cultor del Derecho, debe ser un verdadero jurista, un iluminado por la ciencia del derecho y el arte del derecho y la Justicia, un verdadero orador forense, un tratadista o un abogado lisa y llanamente dedicado a la Justicia y en todos sus caminos y veredas, trazando nuevas formas de interpretar y aplicar el derecho a los casos concretos.
Por ello, cultivar el derecho, es un maravilloso y peligroso oficio, es una profesión que da dignidad y grandeza a quien la ejerce en la práctica, realizarse en el derecho es pertenecer al mundo de la Justicia, quienes sean alfareros de la libertad, también tienen que realizarse como cultores del derecho, quienes renuncien a la belleza del alto concepto de la Justicia, renuncian a la cultura del derecho que siempre está atenta a que sus mejores hijos, la invoquen como Justicia, Justicia Social o Justicia a secas.